La otra cara de ser médium. Lo que nadie cuenta

Todo lo que te he explicado anteriormente yo lo vivo en primera persona. Y añado el agotamiento posterior que conlleva en algunas ocasiones, el no querer tocar a ciertas personas porque si lo haces empiezas a escuchar su dialogo interior, el no querer entrar en ciertos sitios públicos, como los aseos de algunos sitios, porque empiezas a oírles y tu única meta ya no es entrar en el baño, sino hacerlo sin que ellos perciban que tú les percibes. Verles, por tu rabillo del ojo, pasar por tu lado y tú hacerte la loca y seguir con tus quehaceres. Y así suma y sigue.


Reconozco que es una locura vivir así, sí. Pero no, los que experimentamos esto no estamos mal de la cabeza. Esto es nuestro día a día. Suena gracioso, pero cuando te gritan al oído en mitad de la noche no hace ni pizca de gracia, ya no por el susto, porque una se acaba acostumbrando, todo hay que decirlo, es por el mero hecho de que quieres dormir y no te dejan. Dormir con la cabeza tapada desde la infancia para intentar despistarles. Temer al verano, porque solo te protege una fina sabana y tu te echarías por encima un edredón de plumas nivel frío extremo para protegerte y estar deseando la vuelta del invierno para tener la protección que te aporta psicológicamente ese grueso edredón. Despertar a las seis de la mañana y ver a un militar a los pies de la cama mirándote fijamente y decirle «ahora no, por Dios, date una vuelta por ahí».
Tener que haber soportado a gente cercana diciéndote «tú lo que estás es mal de la cabeza». Y tú ver a su abuela detrás con cara de perro por el comentario. Y ya que hablamos de familia, la familia, tu propia familia es la primera en no entenderte, no creerte y posteriormente temerte, que según con qué familias, que te teman es lo mejor que te puede suceder respecto a ellos.

Ir a sitios antiguos y no soportar la presión del gentío « invisible », invisible para los demás, claro. Pasarte media vida intentando evitar entierros, funerales, cementerios, hospitales, iglesias, catedrales, ruinas históricas etc., porque parecen el metro en hora punta. Pero es que te da igual, porque es indiferente dónde estés. Yo perfectamente puedo estar en mi casa, sola, haciendo la comida por ejemplo, y de repente veo pasar a alguien por la puerta. Ellos hay veces que me perciben, otras no. Estar manteniendo una conversación con alguien y de repente ver a alguien que solo tú ves y que se te acerca y te dice «cállate, no se lo digas». Te podría contar muchas cosas, pero muchas. Lo que sí te puedo confirmar es que se siente mucha soledad, a pesar de tanta gente a tu alrededor, porque no es algo que puedas ir contando como quien habla del tiempo que va a hacer mañana. Se ha escrito mucho sobre todo esto, incluso el cine y la televisión le han dedicado horas, pero sinceramente, es una experiencia para vivirla.

Luego está el otro tema, que la gente abuse de tus capacidades, que gracias a dios no están al 100 x 100 las 24 horas al día, ni todos los días de la semana. O que por el contrario te digan «pues yo a tu casa no voy, que miedo». Que más les da, si no están en mi casa, están por todas partes. El que alguien no los vea no quiere decir que no están ahí. Yo recuerdo a una cliente mía, de hace muchísimos años, que jamás se miraba en un espejo, ni cuando iba a la peluquería, porque ella los veía en los espejos. Cabe reseñar que los espejos son portales, ya hablaré sobre esto más adelante, probablemente en el próximo volumen 2 de «Manual de Bruja».

Lo que sí es cierto es que  acabas con complejo de bombilla de cinco mil watios en mitad del lugar donde te encuentres, a donde quiera que vayas. Antes había días en los que me daba igual, otros me enfadaba muchísimo. Saber que tus abuelos van a morir, porque han venido por la noche a decírtelo. Oír los pasos de alguien de un lado a otro de la habitación por la noche, cuando tu hijo está enfermo y tú te pasas la noche en vela tumbada junto a él en su cama. Percibir olores de alguien que está fumando y no se ve. Discutir con tu pareja, y automáticamente empezar a caerse cosas para que la discusión acabe. Y un largo etcétera. Como notar que te tocan la cara o la espalda, o el pelo. Es diferente, solo eso. Agotador algunas veces. Otras no está tan mal. Hay mucha leyenda urbana respecto al tema también. Mucho secretismo por el que dirán y el miedo a la incomprensión. ¿Qué es necesario para convivir con esto?, estar con los ánimos en su sitio y las energías en equilibrio, sino te sobrepasa. Y aprender, sobre todo aprender sobre este mundo tan particular.

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