La purificación de nuestras cartas es necesaria y se realiza porque desde el inicio de su fabricación hasta que llegan a nosotros pasan por muchos lugares, situaciones y personas y no en todas partes reina el amor ni los buenos deseos. Por lo tanto hay que limpiarlas y purificarlas para liberarlas de cualquier tipo de energía negativa que haya podido impregnarlas.
Da igual si lo haces de día o de noche, con la Luna llena o creciente, pero nunca en menguante o nueva (oscura), ni a pleno Sol.
Escoge un lugar tranquilo, donde nadie te pueda molestar o espera a un momento en el que vayas a estar a solas. Necesitas tranquilidad para este proceso.
Enciende incienso de ruda, romero o tomillo en números impares y la única luz que debe haber presente es la de la llama de una vela blanca.
Planteate el hecho de que lo que vas a hacer es algo bastante serio. Hazlo con total fe, creyendo en lo que haces, porque sino conseguirás el efecto totalmente contrario a lo que pretendes. No lo hagas a la ligera, ni de mala gana, ni pensando que es una tontería, porque lo único que conseguirás entonces es impregnarlas más aún de energías y pensamientos falsos y negativos.
Posicionate mirando hacia el Norte. Sobre una mesa o superficie plana horizontal extiende un paño blanco y limpio. Extiende cada carta boca abajo, por orden, en 11 filas de 7 cartas cada una. La carta sobrante colócala igualmente boca abajo, bajo todas las hileras, pero en el centro.
Ahora, sin anillos ni reloj, pon tus manos a unos tres o cuatro centímetros de distancia sobre las cartas, con las palmas hacia abajo y los pulgares separados por unos escasos milímetros.
Con los ojos cerrados respira y espira profundamente varias veces durante al menos tres minutos.
Seguidamente y en voz baja pronuncia estas palabras:
«En sintonía con el Universo, las fuerzas del bien, los espíritus de la luz y el amor universal pido que estas cartas sean purificadas. Yo os purifico en el nombre de la sabiduría y la justicia y que este acto esté dirigido hacia el bien y la búsqueda de lo espiritual».
Siempre después de la purificación. Se puede hacer inmediatamente después aprovechando el ambiente ya creado. Puedes cambiar el incienso por uno más personal en números impares y la única luz debe seguir siendo la de la llama de una vela blanca.
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